El cuerpo de las personas está constantemente fiscalizado, y sometido a la mirada moral y estética de la sociedad.
Si llevas tatuajes no te ven igual
Si tienes sobrepeso no te ven igual
Si eres negro no te ven igual
Si eres bajo, viejo, pobre no te ven igual.
Existe un ideal hegemónico de belleza para las personas y valores simbólicos que te cualifican para entrar al mercado relacional, el cual se parece mucho al mercado laboral. Luego de la frase “se necesita”; te enumeran una lista de cualidades que socialmente se consideran deseables y que son erotizadas. Que tengas trabajo, que tengas dinero, que seas joven, que tengas un buen apellido, de buena familia, etc. Vivimos en una sociedad regida por el binarismo.
Por otro lado, desde lo que se deja afuera, quedan muchos otros adjetivos que se consideran no deseables los cuales se patologizan o se des erotizan; nadie quiere relacionarse sexualmente con un enfermo o con un gordo, se piensa que los viejos ya no tienen instintos sexuales. Esta descalificación priva a muchos de acceder a oportunidades relacionales, a prácticas sexuales, entendidas estas como el adiestramiento en el erotismo, se les priva del contacto.
Y quiero hacer un símil con el mercado laboral, muchas personas mayores de 45 años son rechazadas, no encuentran trabajo, les cierran las puertas. Pero esto no tiene nada que ver con las capacidades reales de esta persona para desempeñar un cargo laboral, tiene que ver con los prejuicios como, que no se adaptan, o sus servicios son más costosos por su experiencia. De igual manera una persona con sobre peso no gusta, o con estrías, o de edad avanzada, con tatuajes o cicatrices. Esto no tiene nada que ver con la capacidad de esta persona para hacerte sentir placer, tiene que ver con prejuicios instalados. Haces una valoración de tus posibles parejas en base al estigma.
En mi día a día como sexo servidora trato de no dar nada por sentado y he aprendido a erotizar muchos elementos, una silla de ruedas, una prótesis, una cicatriz, las arrugas, las canas, los rollitos, y no lo considero una labor noble o altruista o caritativa, simplemente dejo de ver al otro como un cuerpo pasivo, infantil o necesitado sino que lo reivindico en su humanidad, me descentro del falo como única posibilidad placentera y sé que cada centímetro de anatomía puede ser usado como fuente de erotismo, sexualidad y sensualidad.
***
Eran las 23:00 yo estaba acostada y leyendo un libro. Llegó a mi móvil un mensaje era un cliente preguntando por mis servicios, al terminar con el “lere lere” burocrático me mandó un link y me llevó a una página médica explicando lo que era la psoriasis.
“Psoriasis is a common skin condition that speeds up the life cycle of skin cells. It causes cells to build up rapidly on the surface of the skin. The extra skin cells form scales and red patches that are itchy and sometimes painful.
Psoriasis is a chronic disease that often comes and goes. The main goal of treatment is to stop the skin cells from growing so quickly.
There is no cure for psoriasis, but you can manage symptoms. Lifestyle measures, such as moisturizing, quitting smoking and managing stress, may help.”
Me mandó también algunas fotos y me repitió en 5 ocasiones de maneras distintas que no era algo contagioso. Sentí la angustia en sus textos. Él no me estaba imponiendo algo que yo tenía que aceptar por el hecho de ser puta. Sin embargo entendí que era algo que otros no aceptaban y él tenía miedo.
Fijamos la cita para la mañana siguiente.
Toda la noche me quedé pensando en las miradas; recordando cada vez que unos ojos reflejaron desprecio o asco. Por razones diferentes claro está, no me podía sacar de la mente la escena traumática de lidiar, no solo con la desnudez física sino, con el rechazo ante esta. Es algo que las mujeres vivimos muy a menudo; horas interminables en el gimnasio, pastillas para adelgazar, cirugías estéticas, que a la final nos separan de nuestro cuerpo. Tenemos que esculpirnos para ser deseables, para la mirada del otro. Yo ya perdí esa batalla hace tiempo. Desde el principio supe que en el mercado de la silicona no podía competir. Alguna vez me dijeron que al hacerme una cirugía de implante de mamas iba a perder sensibilidad en mis pezones y eso era indigerible. Mi placer va sobre la habilidad de gustar, así que escogí la opción de ejercitar mis neuronas y naturalmente ir al gym por salud y gusto hacia la actividad física.
Los hombres también padecen pero mucho más centrado en su pene y en el rendimiento que pueden obtener en el acto sexual. El dolor físico y psicológico de aquellos que usan bombas para alargarlo o implantes o pastillas es infinito; no en vano el viagra fue un éxito de ventas.
Con ojeras por la mañana fui al encuentro de un hombre totalmente desinhibido y seguro, empresario exitoso dueño de un verbo envolvente, una manos fuertes y una espalda ancha, una cara con facciones duras, desbordaba carácter y simpatía.
- Las putas como los curas y los psicólogos guardamos los secretos de confesión, primero hablarán las paredes antes que mi boca se abra para otra cosa que no sea recibir con calidez un pene erecto. Le dije entre risas esperando que se saque la corbata y las máscaras. El hombre seguro que estaba ante mí no tenía nada que ver con el individuo que la noche anterior me envió un mensaje temeroso.
Fui despojándole de sus ropas y sus miedos. Encontré resistencia. Su boca ágil buscaba mis pechos; evitaba mis manos; evitaba mi rostro, mi mirada. Como un condenado al paredón no quería ser fusilado por mis ojos pero le advertí que iba desarmada, que los prejuicios los dejé en casa. Quería ver su cuerpo desnudo alumbrado por la tibia luz de la mañana que se colaba entre las cortinas tiñendo toda la habitación de un rosa pálido. Aquel hombre quería penetrar mi cuerpo con premura sin dejarme saber de él.
Bajó su bragueta con el pantalón aún puesto, lo detuve. Usando el sarcasmo quiso persuadirme pero yo iba a lo que iba. Iba a besar sus heridas, a darle un espacio entre mis pechos, a hacerle sentir un hombre completo entre mis muslos, a demostrarle que su enfermedad no era un impedimento para darme y sentir placer. Que la belleza está en los ojos del que mira y yo no solo lo estaba viendo, estaba sintiendo en el alma sus miedos.
Lo convencí al final de desnudarse ante mí. Sentada sobre la cama lo pude ver. Estaba herido y no solo físicamente; había peleado mil batallas. Le puse mi mano sobre su pecho me levante y empecé a besarle, a tocarle la espalda. Acerqué mi cuerpo al suyo sin temor; mi calor prendió su llama. Ágil me tiró a la cama, desnudó mi cuerpo, supo que no tenía miedo a sus manos y acarició mi vulva hasta sentir mi humedad bañarle, llamarle.
Solo mi deseo estaba sobre su piel, mi humedad, nos volvimos uno, el cuerpo estorbaba, las miradas no tuvieron cabida en ese instante de sensaciones, de almas.
Con los ojos cerrados y las piernas abiertas me llené de su hombría disfruté, gemí y terminamos juntos.
Ese día aprendí que las únicas barreras para no disfrutar son las que nos auto imponemos; que para ser revolucionaria en este mundo capacitista que jerarquiza cuerpos y miembros hay que cerrar los ojos.
Este relato me encanta y sobre todo me identifico, las heridas de un cuerpo que ha batallado una enfermedad, termina siendo víctima del prejuicio y los estereotipos, mirar a través de las heridas y provocar el placer de los sentidos es digno de un sentido reconocimiento.