La amante de mi marido
- Re edición Zelda Zonk
- 21 may
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Amo cómo mi esposo me mira, el deseo intenso que le provoco, la excitación constante de su miembro motivada por el más leve asomo de mi presencia. Sé que me adora y es devoto de mi piel, de mis labios, de mi vulva y mis senos. Lo veo constantemente, en su mirada, en cómo me abraza por sorpresa en la cocina y me toma. Le provocó un fuego que no se apaga, que no se calma.
Ya llevamos varios años juntos, varios intensos, apasionados y excitantes años juntos; nada nos ha distanciado en la intimidad, ni los hijos, ni las peleas, ni el aburrimiento que escucho que sienten muchas parejas. El sexo es parte de la conexión, el pegamento que mantiene vivo el vínculo. Cada encuentro es único y me hace amarlo más intensamente; me dejo embriagar por cada detalle: las ondas que hacen los músculos de su espalda al amanecer, su voz firme y fuerte, sus manos y el recorrido travieso que hacen en mi cuerpo sin permiso, sus largas pestañas y ojos profundos, su aroma; me encanta el almíbar único que desprende su cuerpo luego de hacer el amor. Es un hombre muy dulce y a la vez tan poderoso, mis piernas aún tiemblan cada vez que siento su presencia. La amante de mi marido

Tengo tanto, tanto... soy asquerosamente rica en mi matrimonio y cuando una es tan abundante no puede hacer otra cosa que dar un poco a los demás. A veces me invade un morbo extraño, una curiosidad que excita, algo que es poco convencional y estaría mal para muchas mujeres, pero yo lo deseo. Quiero compartir a mi marido.
La idea de ver cómo se folla a otra me hace fantasear más seguido de lo que me gustaría admitir; me he tocado incluso pensando en eso, imaginando que en una de nuestras citas nos encontramos a otra mujer que despierte su deseo y le provoque una erección que yo descubra por casualidad. De manera juguetona, quiero que me confiese que tiene antojo por otro cuerpo, por otros besos, pero que no me ha dejado de amar y de desear, que nunca dejará de hacerlo.

Él me ha dado tanto y yo también quiero complacer todos sus deseos; quiero invitarla a mi casa y prepararla para él, tomarnos algo, bailar los tres, reír y jugar como niños explorando, viviendo nuevas aventuras.
Yo me encargaré de develar sus formas para que él la vea, probaré sus labios y acariciaré ese nuevo territorio; luego quiero tomar la mano de mi esposo y posarla sobre ese cuerpo nuevo, dejaré que la recorra a través del tacto, que la curse toda, me descubra en ella, nos compare, me extrañe en sus curvas. Quiero verlo besarla, acariciar sus senos y que un recuerdo intruso de mis formas le ataque el pensamiento; yo sé que toda su forma de amar se ajusta a mí y, sin duda, en este instante de calibrar de nuevo sus movimientos, me hallará; descubrirá que profundo estoy en él.
Los nuevos sabores y los nuevos aromas van a llenar la habitación: los míos, los de mi amado y los de su amante. Nacen combinaciones que atacan los sentidos. Quiero verlo pasar suavemente su lengua por esa vulva y sentirla en mí, revivir todo lo que me provoca, lo que me hace sentir, ser espectadora de su gran verga erguida, del lubricante viscoso que se deja caer sobre ese pubis ajeno y que a mí me encanta tragar.
Saber que es mío y aunque esté con otra es mio.

Sé que sus ojos buscarán los míos para recibir mi aprobación; su voluntad me pertenece y no dará un paso sin que yo lo autorice. Asentiré gustosa, pues quiero descubrir los nuevos ensambles musicales que se tejen entre los gemidos. Se ha agregado un instrumento nuevo a este concierto, y me encanta. Así, de observadora, me puedo dar cuenta de muchos detalles que nunca vi: su hermoso trasero mientras la embiste una y otra vez, esos gestos sexuales y a la vez tiernos en su rostro, sus brazos y manos mapeados en venas, sujetando fuerte su cintura, ese tronco duro, grande y firme que se va pintando de un rojo intenso y amenaza con explotar. Lo amo más.
Voy a acercarme para recoger el sudor de su espalda con mi lengua; sé que una corriente lo va a recorrer por completo. Aunque los cuerpos no estén juntos, las almas se reconocen y él sabe que yo soy. Buscará mi boca, de mis tetas sorberá la vida porque eso nadie más se lo puede dar. Será como llegar a casa después de un largo viaje, como mirar desde la ventanilla del avión su tierra; a dónde pertenece, él lo sabe. Va a fundirse en mi cuerpo y me contará sus secretos, mi vientre engendrará a sus hijos, su mano tomará la mía y en ella encontrará la eternidad.
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